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martes, 15 de enero de 2008

París

Cuando te vayas, cuando llegue la hora de tu olvido,
ya no serás para mí lo que habías sido,
ni yo seré para tí lo que imaginabas.
La vida te entregué, me marcho sin rencores,
sin temores, sin cavilaciones.
Nuestras vidas son caminos,
caminos que se cruzan,
caminos que se bifurcan...
quién sabrá lo que nos esperará.
No estés triste por mí,
yo no lo estoy por tí.
Recorre tus andares,
deja tus huellas,
rodeate de gente interezada en seguirlas,
gente gustosa de acompañarte.
Camina, continúa...
Hermosos recuerdos atesoraremos de un pasado, ya pasado
experiencias inolvidables,
besos apasionados,
caricias dulces y fogosas,
el despertar de cada mañana y los abrazos...
Pero no te aferres a la sombra de los recuerdos,
nuestra historia, como la escribimos
fue maravillosa e imborrable,
y permanecerá en nosotros por el resto del camino.
Pero todas las historias tienen sus finales,
y el final de ésta ha llegado.
Marchate, alejate de mis pasos,
hoy el desamor nos condena,
la finitud de los sueños sella el fin.
El fin no esperado, no querido,
pero el fin.
No tiremos por la borda tanto tiempo de amor,
es el momento de alejarnos,
es el momento de despedirnos.
Mi amor por tí fue inmenso y maravilloso,
estoy feliz por este tiempo compartido,
pero es que la vida me espera, me llama,
debo acudir.
No te olvidaré, quién sabe... quizás el destino quiera otra vez...
- No me olvides...
- No podría hacerlo...
- Todavía nos quedará París...
- París... Siempre nos quedará París amor.

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