Motivos? Preguntaron. Considero a la felicidad como ese estado de disposición del alma, a ser receptivo a la magia, a la sorpresa, a lo maravilloso de la vida.
Es cierto que por momentos nuestra mirada se obnuliba con luces enceguecedoras, que nosotros mismos proyectamos en personas, ideas u objetos. Y nos creemos flotando a 15 mil pies del suelo… Creemos que será por siempre, creemos en una eternidad imposible de aprehender. Y así como experimentamos el cielo y su mas allá, estrepitosamente caemos a este suelo firme que pobremente acolchonado nos recibe.
Hoy no hablo de esos sueños teñidos de rosa, ni de esos huecos profundos cavados en la tierra donde resulta sencillo esconderse.
Hoy hablo del hoy, de esto, de esta realidad que construyo a segundos. Hablo de lo cotidiano y hablo de lo que uno elige ver de lo cotidiano.
Me siento felíz. Siento el afecto de mis seres cercanos, siento la paz que devuelve vivir los espacios y los momentos, y no simplemente habitarlos.
Veo a mi abuela plena de vida a sus 93 años, aguardando la llegada de un nuevo bisnieto. Veo al hombre que amo y que duerme a mi lado cada noche, siento su presencia a mi lado en cada respiración. Veo a mis amigos crecer, me veo crecer, nos veo acompañándonos en este viaje. Siento el amor, lo siento cuando rodean mi cuerpo con ese abrazo sincero. Lo siento en la mirada, en el tacto.
También veo los desencuentros, los horizontes borroneados, los caminos con rumbo desordenado. Veo las pérdidas que conllevan las elecciones. Siento la dificultad del elegir, del hacerse cargo de lo que uno desea.
Me siento felíz de vivir todo eso.
Creo por momentos comprender cómo realizar los pasos en este camino. Cómo? Simplemente realizándolos. Este momento es único, mientras lo escribo se desvanece. Y lo escribo, porque deseo hacerlo, porque me hace falta hacerlo, porque me hago cargo de utilizarlo para eso. Elijo, elijo el deseo.
Tengo claro mi deseo en muchas cosas y en muchas otras todavía no.
Ejemplifico.
No se bien porqué, pero amo a España. Amo a ese país al que todavía no conozco aunque afirmo que lo conoceré. Lo haré. Lo haré cuando decida trabajar más para costear el viaje, gastar menos, poner fecha... o simplemente cuando me arriesgue a la travesía. No se por qué lo amo, si es que el amor tiene razones. Amo el habla de ese pueblo, el decir, sus voces. En noviembre conoceré de cerca en un concierto a la persona que porta una de las voces que agita mis latidos. Alguien que dice de mi, de mis sensaciones, quien constituye por medio de los auriculares que siempre llevo conmigo, parte de la banda sonora de mi vida: Vanesa Martin. Y eso... me hace felíz.
No clarifico sin embargo otros deseos. Deseo cambios en cuanto a mi profesión. Me pregunto si con 30 años podría comenzar una nueva y exigente carrera, y me respondo sin dudas que sí. Me pregunto también si por lo contrario podría dejar de coleccionar títulos (que he obtenido a placer), y dedicarme a algo tan corporal y emocional como la fotografía... Pero las dudas surgen en el temor de perder tiempos conquistados de libertad, de paz, de encuentro con uno mismo. La inseguridad aparece y la pregunta sobre si podría simplemente cambiar, algo, todo, no se.
Me conozco en ciertos lugares y me desconozco en otros. Hoy no me frustra esto, sino que me estimula a sondear, a experienciar, a sentir…
Felicidad… el cristal con el que cada uno decide ver su realidad. Ni rosa ni negro, limpio, para intentar ver la vida tal y como es.
23/08/2013