Cerró sus ojos para no verla allí tendida. Frunció el seño para no derramar ni una sola lágrima y se volteó hacia el sillón. Tomó el abrigo que allí había dejado, buscó rápidamente la llave del portal, se acercó a el, lo abrió lenta y dolorosamente y lo cruzó. Caminó varios metros y giró para observar aquella casa. Soltó una de todas esas lágrimas contenidas y se pasó rápidamente la mano por el rostro para borrarla. Dio un respiro profundo, como si deseara engullir en ese instante todo el aire existente. Volvió a voltearse, y se alejó.
20/07/07
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